Cómo son las aduanas en Australia
Tras un larguísimo vuelo, llegamos a Australia. Creo recordar que nuestro vuelo aterrizó sobre las 10 de la noche en el aeropuerto de Brisbane. A pesar de estar muy cansados, estábamos super cagados, sobretodo yo. Y eso que llevábamos todos los papeles en regla, e íbamos totalmente legales; me moría de miedo con tan solo pensar que teníamos que cruzar el control de aduanas en Australia, el cual es conocido en el mundo entero por ser uno de los más estrictos. Os voy a contar mi experiencia y también os dejo una GUÍA SOBRE ADUANAS EN AUSTRALIA.
Bajamos del avión y todos los pasajeros nos pusimos en una cola. Un agente de aduanas, la mar de majo, nos pasó un papel amarillo en el cual se tienen que declarar los bienes traídos al país, mientras nos susurraba bajito entre risas: ‘¿Dónde lleváis escondido el jamón serrano?’; supongo que nos escuchó hablar en español.
(Para saber como rellenar este papel amarillo PINCHA AQUÍ).
La cola siguió avanzando, hasta dividirse en varias, las cuales se dirigían a unas cabinas. En cada una de ellas se encuentra un agente de aduanas sentado, revisando los papeles amarillos y pasaportes de todos los viajeros, uno por uno. Yo, sin motivos, estaba demasiado nerviosa (lo malo de ser medio-guiri, es que cuando me estreso se me pone la cara muy roja, lo que me hacía imaginar que iban a pensar que venía de ilegal o que estaba traficando drogas, lo que me ponía más nerviosa aún). Cuando fue nuestro turno, nos pidieron el papel amarillo y el pasaporte; yo fui a sacar también nuestras visas (las cuales había imprimido previamente) pero el señor agente me dijo que no era necesario, que todo estaba informatizado y enlazado con nuestro pasaporte. Nos preguntó que a qué habíamos venido a Australia, y le contesté que a aprender inglés. ‘Welcome to Australia, enjoy your stay’ nos dijo con una sonrisa de oreja a oreja, y señaló el camino a seguir.
Seguimos el camino amarillo (si, porque tal cual el mago de Oz, hay un camino pintado en el suelo) pensando que en cualquier momento nos pondrían en una cola de nuevo y nos encerrarían en una habitación a hacernos mil preguntas (cuanto daño hizo ese dichoso programa de Aduanas en Australia). Pero no. Llegamos a la cinta de maletas, recogimos el equipaje y salimos del aeropuerto. No hubo más preguntas. Nadie nos abrió las maletas. No nos lo podíamos creer: el control de aduanas no es para nada lo que esperábamos.
En la zona de llegadas nos esperaba mi tío. Sí, no lo he comentado antes, pero tengo familia en Australia. Así que él, y mi primo nos ayudaron con las maletas y nos montaron en el coche. Nos vamos a quedar unos días con ellos, a ver que tal, porque esta es la primera vez que los conozco en persona.
La mala fama que tienen las aduanas en Australia creo que ha sido una de las mejores campañas de marketing de la historia; es cierto que son muy estrictos (ya que no te permiten traer jamón y muchos otros alimentos), pero si tu visado está en regla y has declarado lo que te corresponde, no vengas con miedo y te ahorras el mal trago.
Oficialmente ya podemos decir que: ¡Estamos en Australia!
Nos vemos pronto en el paraíso.
N.